No son muchas las personas que intentan buscar la causa de que su estómago se irrite o indagar de qué modo han contribuido ellas mismas a desarrollar su enfermedad. Por el contrario, normalmente se cree que se hace todo lo posible para encontrarse bien tratando simplemente los síntomas de las dolencias a medida que se manifiestan sucesivamente. Por desgracia, incluso eliminando la última manifestación de la enfermedad, el médico no ha hecho nada por tratar el primer síntoma de la enfermedad: el dolor de estómago. Éste pudo estar provocado por la ingesta de alimentos irritantes y aliños preparados, por demasiada sal refinada o por guindilla picante. Otras causas pueden residir en problemas emocionales, el tabaquismo o el consumo excesivo de alcohol, en la ingesta regular de café, bebidas refrescantes o edulcorantes artificiales, en comer demasiado, en la congestión hepática o en beber poca agua.
Puede que la última causa sea la más común, si bien es la menos conocida en los problemas estomacales y muchas otras dolencias. Utilizo el ejemplo de los trastornos estomacales para describir los mecanismos que conducen a la enfermedad. La mayoría de los dolores de estómago son señales de una avanzada deshidratación en las capas mucosas. Éstas consisten en un 98 % de agua y un 2 % de un entramado para la retención del agua, una capa mucosa que actúa como una barrera natural de protección frente a los ácidos gástricos. Las células que se hallan debajo de esa capa secretan bicarbonato sódico, que neutraliza cualquier cantidad de ácido clorhídrico que traspase el recubrimiento mucoso. La reacción química resultante entre las dos sustancias produce sal a partir del bicarbonato sódico y cloro a partir del ácido clorhídrico. El consumo de alimentos que requieren la secreción de abundantes cantidades de ácido clorhídrico, como carnes, huevos, pescado, queso u otros alimentos con un elevado contenido proteínico, ocasionan, por consiguiente, gran producción de sal en el estómago. Ello altera notablemente las propiedades de retención de agua que tiene el material del tejido mucoso. El consumo regular de este tipo de alimentos en grandes cantidades hace que se intensifique la neutralización de los ácidos y, por tanto, que se acumulen depósitos de sal en esa capa. Esto, a su vez, provoca una «erosión», que permitirá que el ácido alcance las paredes del estómago; el resultado es el conocido dolor llamado dispepsia.
“La mayoría de los dolores de estómago son señales de una avanzada deshidratación en las capas mucosas. Éstas consisten en un 98 % de agua y un 2 % de un entramado para la retención del agua, una capa mucosa que actúa como una barrera natural de protección frente a los ácidos gástricos.“
Andreas Mortiz.
Mientras la barrera mucosa está debidamente hidratada gracias a la ingesta regular de agua y el consumo de grasas y proteínas es moderado, los eventuales depósitos de sal se disuelven y eliminan. Además, se retiene el bicarbonato sódico, que neutraliza el ácido clorhídrico antes incluso de que tenga ocasión de penetrar en la capa mucosa. Por tanto, no puede existir mejor barrera ácida para las paredes gástricas que el agua. No obstante, los dolores de estómago, que no son en la mayoría de los casos otra cosa que el dolor que produce la sed, suelen combatirse con antiácidos y otros medicamentos. Estos fármacos, sin embargo, no ofrecen una adecuada protección contra la acción natural del ácido clorhídrico. La mayoría de las personas que sufren úlcera de estómago o graves dolores abdominales o de dispepsia experimentan un alivio prácticamente total e instantáneo tras beber uno o dos vasos de agua. Por otra parte, las bebidas que contienen cafeína –como la mayoría de los refrescos, el té o el café– tienen un efecto diurético y dejan sin agua al tejido protector del estómago. Una taza de café o una bebida alcohólica puede ocasionar fácilmente un ataque doloroso.
El dolor de estómago es la primera señal que recibe una persona cuando existe un desequilibrio en sus hábitos alimenticios o hidratación del organismo. Suprimir el dolor con medicamentos impide, por lo general, que el paciente descubra la causa de ese malestar. Así pues, ignorar el mecanismo del metabolismo del agua –confundir el dolor provocado por la falta de agua con una enfermedad, lo cual es un grave error de diagnóstico–, puede llevar a la supresión de unos síntomas iniciales de malestar que finalmente tal vez acaben en un cáncer. La mayoría de los tumores son el resultado de la supresión repetida de los síntomas leves de una dolencia –como resfriados, dolores, infecciones o cefaleas– y del tratamiento de esos síntomas como si fueran auténticas enfermedades.
El enfoque meramente clínico de la terapia se centra en las fases progresivas de los síntomas patológicos y sigue generando nuevos descubrimientos que prometen una solución a cada uno de esos problemas. En 1982, Marshall y Warren descubrieron una bacteria que supuestamente causa más del 90 % de las úlceras duodenales y hasta un 80 % de las úlceras gástricas. El microbio es una bacteria gram-negativa con forma de espiral denominada Helicobacter pylori (H. pylori). La relación entre la infección producida por H. pylori y la consiguiente gastritis y úlcera péptica está documentada por medio de estudios realizados con voluntarios humanos, estudios de terapias con antibióticos y estudios epidemiológicos. Sin embargo, esta relación suficientemente demostrada no revela demasiado acerca de cuál de las dos es la causa y cuál es el efecto. El citado microbio estomacal bien podría ser un «subproducto» de la ulceración en vez de su causa: semejante supuesto no sería extraño, puesto que la bacteria aparece automáticamente siempre que hay materia muerta, como es el caso del tejido ulcerado. Los antibióticos omeprazol y amoxicilina, que en la actualidad se recetan para las úlceras gástricas, junto a los inhibidores de la secreción, destruyen el microbio y las úlceras desaparecen. Esto, por supuesto, produce gran alivio a muchos pacientes. ¿Por qué desaparecen las úlceras? Las bacterias producen toxinas que propician una respuesta inflamatoria del organismo (ulceración). Sin embargo, la inflamación no es una enfermedad, sino la respuesta del cuerpo para curarse y prevenir una dolencia mucho más grave que una úlcera (véase más adelante). La mayoría de las personas se inclinan a pensar que las úlceras están causadas por el microbio. Ahora bien, una vez se deja de tomar antibióticos e inhibidores ácidos, el microbio y las úlceras pueden volver a aparecer. Según las investigaciones, H. pylori coloniza el estómago del 50 % de las personas, y cuando se tiene, es de por vida. En los países con un elevado nivel socioeconómico, la infección es notablemente menos común que en los países más pobres, donde prácticamente todo el mundo puede estar infectado. Si H. pylori causa úlceras gástricas, ¿por qué no las tiene todo el mundo en los países pobres? El caso es que las úlceras gástricas son mucho más frecuentes en los países industrializados. Aunque la mayoría de la población tiene la bacteria H. pylori desde la primera infancia, en gran parte de ella la infección de H. pylori es asintomática. Tan sólo de un 10 a un 15 % de los individuos afectados sufrirá una úlcera péptica. Lo que debemos preguntarnos no es si un individuo tiene la bacteria H. pylori, sino por qué esta bacteria es más activa o prolifera más en unos individuos que en otros. Y, ¿por qué vuelve a aparecer después de que se haya «curado» la úlcera con el tratamiento farmacológico?
“En 1982, Marshall y Warren descubrieron una bacteria que supuestamente causa más del 90 % de las úlceras duodenales y hasta un 80 % de las úlceras gástricas. El microbio es una bacteria gram-negativa con forma de espiral denominada Helicobacter pylori (H. pylori).“
Andreas Mortiz.
En otras palabras, tiene que haber otra razón para la aparición de la úlcera que la mera presencia de una determinada bacteria que comparten más de la mitad de las personas de este planeta. En realidad, el tratamiento con fármacos no tiene efectos curativos, pues las personas afectadas dependen de su ingesta continua u ocasional. Su función, sin embargo, se reduce a destruir todo tipo de bacterias intestinales, incluidas aquellas que ayudan a descomponer las toxinas y los alimentos no digeridos que se acumulan en el estómago, especialmente en la zona inferior, llamada antrum. Cabe destacar que la infección crónica vinculada a las úlceras gástricas se inicia siempre en el antrum. La bacteria H. pylori vuelve de modo natural al intestino cuando los antibióticos ya no están ahí para destruirla. ¿Por qué? Para cumplir su función. Su misión es ir a los lugares donde es preciso destruir y eliminar las células muertas y deterioradas y las toxinas. Cuando se toman demasiados alimentos, no se pueden digerir todos. La presencia de alimentos no digeridos en el estómago causa irritación y toxicidad continuas. Además, ciertos alimentos y sus combinaciones son más difíciles de digerir cuando permanecen demasiado tiempo en el estómago, sobreestimulando las secreciones ácidas. Todo esto daña, debilita y destruye las células del estómago. La proliferación de la bacteria H. pylori tiene lugar en respuesta directa a los daños que causan los alimentos y los hábitos nutritivos inapropiados.
Volvamos a señalar que estas bacterias se encuentran en todas partes y en todas las personas, aunque sólo unos cuantos individuos desarrollarán úlceras gástricas. ¿Por qué H. pylori «origina» una úlcera gástrica en una de cada 20 personas, y no en las otras 19, si todas tienen esa bacteria? Del mismo modo, se puede considerar que el pinzamiento de un nervio es la causa de una enfermedad, pero no todos los nervios pinzados dan lugar a una patología. ¿No sería mucho más importante, en vez de buscar un culpable externo, descubrir por qué algunos nervios pinzados producen alteraciones patológicas y otros no? ¿Por qué una misma terrible situación puede causar en una persona un ataque de pánico o un infarto y en otra no? ¿Sería posible que estas «causas» externas de la enfermedad sirvieran simplemente de espoleta para que estalle la bomba de alta toxicidad que ya está presente en el organismo, dando lugar así a una crisis tóxica llamada comúnmente «enfermedad»?
La medicina convencional supone que al eliminar un síntoma o una bacteria infecciosa se resuelve también el problema de salud. Sin embargo, en realidad, la eliminación de los síntomas crea una situación mucho más grave y potencialmente letal. Cada vez está más claro, por ejemplo, que la desaparición de H. pylori, la bacteria presente en las úlceras pépticas, puede contribuir efectivamente a la epidemia de obesidad. H. pylori regula la producción de leptina y grelina: la primera es una hormona muy importante para la regulación del apetito, el peso corporal, el metabolismo y las funciones reproductivas; la grelina, un péptido del estómago que segrega la hormona del crecimiento, estimula el apetito. La destrucción de H. pylori puede alterar el equilibrio de estas hormonas y dar pie a un continuo aumento de peso y a un deterioro de todos los órganos y sistemas corporales. La ignorancia es peligrosa: esto se aplica indudablemente al enfoque centrado exclusivamente en los síntomas que sigue la medicina convencional. Nota para los enfermos de úlcera gástrica: tradicionalmente, el regaliz se ha considerado una excelente medicina para las úlceras pépticas. Sin embargo, se ha descubierto que uno de sus componentes, el ácido glicirretínico, aumenta la presión arterial en algunas personas. De ahí que se desarrollara un método para eliminar ese componente y obtener regaliz desglicirricinado (DGL en sus siglas en inglés). El resultado es un producto antiulceroso sin efectos secundarios conocidos. Según numerosos estudios, el DGL estimula y/o acelera los factores que protegen contra la úlcera, incluida la creciente producción de mucina, capa protectora del estómago y los intestinos. Los autores del estudio descubrieron que el DGL es un componente antiulceroso muy efectivo. Diversos estudios comparativos han demostrado que el DGL es más efectivo que el Tagamet, el Zantac o los antiácidos, tanto en los tratamientos ocasionales como en las terapias de mantenimiento frente a las úlceras gástricas y duodenales. El DGL también es efectivo para reducir la proliferación de H. pylori, debido quizás a la eliminación de los componentes tóxicos nocivos que alimentan esos gérmenes. Para que el DGL sea efectivo en la curación de las úlceras pépticas, debe mezclarse con saliva, ya que así puede favorecer la secreción de elementos salivares que estimulan el desarrollo y regeneración de las células gastrointestinales. Conviene no utilizar el DGL en cápsulas, pues no está demostrado que de esta forma sea efectivo. Las pastillas masticables son la forma más común de presentación. Relación entre sal y úlcera: H. pylori resulta más virulenta en medios con una elevada concentración de sal, según un estudio presentado en la conferencia de la American Society for Microbiology (Sociedad de Microbiología de Estados Unidos). Los investigadores descubrieron que en presencia de la sal H. pylori es más propensa a producir proteínas que la hacen más peligrosa para los humanos y también a causar úlceras. El doctor Hanan Gancz, un destacado investigador de la Universidad de Ciencias de la Salud de Bethesda, Maryland, declaró que «al parecer, H. pylori sigue muy de cerca las dietas de aquellos a quienes infecta. Creemos que cuando hay elevados niveles de sal en el entorno gástrico, H. pylori produce un exceso (de factores que) le permiten sobrevivir, lo que a largo plazo incrementa el riesgo de contraer enfermedades». Gancz señaló también que los médicos saben desde hace tiempo que existe una relación entre la ingesta excesiva de sal y un mayor riesgo de contraer cáncer de estómago. No queda claro en el estudio si ese mayor riesgo de desarrollar úlceras y cánceres de estómago se aplica también al consumo de sal marina natural y no refinada o blanqueada. Si se tiene una úlcera gástrica conviene reducir la cantidad de sal ingerida, especialmente si se pertenece al tipo Pitta (véase más detalles sobre los tipos corporales en los capítulos 5 y 6).
Moritz, Andreas. Los secretos eternos de la salud (SALUD Y VIDA NATURAL) (Spanish Edition) (pp. 85-92). EDICIONES OBELISCO S.L.. Kindle Edition.
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