Tomar analgésicos u otros medicamentos para aliviar el dolor, como antihistamínicos y antiácidos, puede causar daños irreversibles en el organismo. Estos fármacos no sólo no se enfrentan al problema real (que puede ser la deshidratación), sino que además interrumpen la conexión entre el neurotransmisor, la histamina, y sus reguladores, como son la vasopresina, la renin-angiotensina, la prostaglandina y las quininas. Aunque la acción de los analgésicos puede aliviar durante un tiempo el dolor localizado, también impide que el cuerpo sepa qué zonas tiene que priorizar en la distribución del agua. Originan gran confusión en los sistemas internos de comunicación del organismo y siembran el caos en todo el cuerpo. Los antihistamínicos, denominados a menudo medicamentos antialérgicos, por lo general impiden que las histaminas del cuerpo garanticen una distribución equilibrada del agua.
«Los analgésicos eliminan la alarma de deshidratación primaria del cuerpo y «cortocircuitan» las vías de emergencia de éste para suministrar agua, además de sabotear la adecuada eliminación de residuos y dar pie a una enfermedad crónica. «
Andreas Mortiz.
Existe suficiente documentación para demostrar que los analgésicos tienen efectos secundarios fatales: pueden provocar hemorragias gastrointestinales, un fenómeno que acaba con la vida de miles de personas cada año. Los componentes opiáceos que contienen estas drogas legales también pueden producir adicciones graves que alteran la vida del paciente. Cuando el famoso locutor de radio Rush Limbaugh anunció en su programa que era adicto a los calmantes, estaba completamente destrozado por dentro. No es el único que se halla en esta tesitura: hay millones de personas que han empezado tomando una «inocua» pastilla de ibuprofeno para combatir un dolor de cabeza ocasional y luego han acabado siendo incapaces de vivir sin potentes analgésicos. Una vez que se empieza a tomar fármacos deshidratantes como éstos, lo más probable es desarrollar el mismo tipo de dolor, o incluso peor, una y otra vez.
Los estudios más recientes y ampliamente divulgados sobre los efectos secundarios de analgésicos como Vioxx, Celebrex y otros medicamentos de venta sin receta, como el llamado Aleve (naproxeno), demuestran que no existen calmantes seguros. Se ha descubierto que esos fármacos aumentan por lo menos un 50 % el riesgo de sufrir infartos y derrames cerebrales. La aspirina y otros calmantes «inofensivos» pertenecen al mismo tipo de analgésicos que los citados anteriormente. En la actualidad hay millones de enfermos del corazón que por ignorancia y por confiar equivocadamente en el sistema sanitario, en las autoridades de control de medicamentos y en la industria farmacéutica creen que tomar una pequeña e inocente píldora infantil no les causará daño alguno. La revelación de que esa píldora puede destrozarles el corazón o dañarles el cerebro si la toman durante más de 10 días seguidos puede ser una noticia chocante, pero, ¿cuántas personas prestan atención a esas advertencias si lo único que quieren es «quitarse de encima ese molesto dolor»?
Tomar una píldora «inofensiva» que en cuestión de minutos nos hace sentir mejor y nos permite seguir adelante puede parecer una decisión correcta. Y si, además, el calmante tiene un sabor delicioso, parece imposible que la «medicina milagrosa» pueda causarnos algún daño, ¿no es cierto? Las «pastillas refrescantes» de Tylenol Extra Strenght (paracetamol), el último grito en analgésicos, hace que estos medicamentos parezcan inocuos: son calmantes y pastillas de mentol refrescantes en un mismo comprimido. ¿Es realmente una idea sensata añadir un sabor tentador a un analgésico que, según ha admitido la propia Agencia de Medicamentos de Estados Unidos, tiene que ver con al menos un centenar de las muertes notificadas (una fracción de la cifra real) y no intencionadas que se producen todos los años? Tal vez esto cambie ahora que se airean cada vez más unos escándalos que giran en torno a la autorización de medicamentos y a las revelaciones de investigaciones negligentes. Si preguntáramos a la gente de la calle si cree que el paracetamol es un medicamento absolutamente benigno, la respuesta sería «sí». Esta reputación totalmente inmerecida se verá más que reforzada si se añade mentol a la composición de esos calmantes.
Cuando una persona decide poner fin a una adicción medicamentosa, la vida no se le presenta fácil. Quien pueda permitirse un tratamiento de rehabilitación tendrá la opción de someterse a una desintoxicación rápida de anestésicos cuyo coste asciende a unos 5.900 dólares. Sin embargo, para rehabilitarse totalmente, debería afrontar las causas subyacentes del dolor que le condujo a la adicción a los analgésicos. A fin de cuentas, la cuestión es ésta: la señal de dolor que emite el cuerpo es una respuesta totalmente normal a una situación anormal, a una simple deshidratación. En muchos casos, las paredes de los vasos sanguíneos, los conductos linfáticos, los riñones, el tracto intestinal y otros órganos secretores están tan congestionados que la deshidratación crónica se torna inevitable. Para recuperar la salud, el cuerpo necesita limpiarse y alimentarse adecuadamente, hechos que son el tema principal de este libro.
La mayoría de las personas no tienen una idea real de lo que es el dolor. Pocas de ellas se dan cuenta de que es una parte importante de los esfuerzos de curación realizados por el organismo. El dolor es siempre una señal de resistencia a lo que se mueve o fluye de modo natural. Esa resistencia puede ser el resultado de una obstrucción física, como un estreñimiento o una congestión linfática, o una resistencia emocional frente a determinada situación o a una persona. Una vez reconocidas las causas de la resistencia, normalmente se resuelven de forma natural. Luchar contra el dolor suele provocar más dolor, mientras que superar la resistencia lo alivia. Incluso si se siente cierto dolor mientras se ayuda al organismo en el proceso de limpieza, nutrición y reposo, hay que tener en cuenta que ese dolor está ayudando a acelerar la curación. Si uno resiste el dolor, en vez de suprimirlo con fármacos descubrirá que en cuestión de horas, o de días, se reducirá de modo natural. Por otra parte, intentar combatir cada molestia o cualquier dolor con analgésicos es una adicción que ocasiona más dolor y más miedo en la vida. Sentir el dolor con una actitud de aceptación elimina todo tipo de miedos en nuestra vida. El dolor que experimentamos, por otro lado, estimula la secreción de los analgésicos naturales del organismo y de las hormonas de curación: las endorfinas. En general, una vez que se han identificado y tratado las causas del dolor, es tan sólo una cuestión de tiempo que éste desaparezca junto con las causas.
Obviamente, en el caso extraordinario de que el dolor llegue a ser sencillamente insoportable, recurrir a los analgésicos es algo inevitable. Pero conviene que, al mismo tiempo, la persona aquejada del dolor siga con el tratamiento de hidratación y limpieza para poner fin a todos los factores causantes de su deshidratación.
Moritz, Andreas. Los secretos eternos de la salud (SALUD Y VIDA NATURAL) (Spanish Edition) (pp. 118-123). EDICIONES OBELISCO S.L.. Kindle Edition.