Written by 6:50 pm Digestión, Limpieza hepática

Cálculos biliares: una fuente constante de enfermedad 

Los cálculos son una fuente constante de infecciones que introduce en el organismo un número cada vez mayor de nuevas bacterias.
Calculos hepáticos

La mayor parte de los cálculos biliares del hígado están formados por los mismos componentes «inocuos» que se encuentran en el líquido biliar, siendo el colesterol el ingrediente principal. Muchos de los cálculos consisten en ácidos grasos y otras materias orgánicas que han ido a parar a los conductos biliares. El hecho de que la mayoría de esas piedras no sean más que bilis o materia orgánica coagulada hace que sean más o menos «invisibles» a los rayos X, a los ultrasonidos e incluso a una TAC (tomografía axial computerizada). 

La situación es diferente en el caso de la vesícula biliar, en la que hasta un 20 % de los cálculos están formados completamente por minerales, sobre todo por sales cálcicas y pigmentos biliares. Si bien las pruebas de diagnóstico permiten detectar fácilmente esas piedras endurecidas y relativamente grandes de la vesícula, suelen pasar por alto las más blandas y no calcificadas del hígado. Sólo cuando un número excesivo de piedras formadas a base de colesterol (del 85 al 95 % de colesterol) u otros terrones de grasa bloquean los conductos biliares, un examen ultrasónico puede revelar la existencia de lo que se denomina un «hígado graso». En ese caso, las ecografías muestran un hígado casi completamente blanco (en vez de negro). Un hígado graso puede albergar más de 20.000 cálculos antes de agotarse y dejar de funcionar por completo. 

«Estos cálculos se deben a una ingesta excesiva, a una dieta y a un estilo de vida poco saludables y al estrés y la rabia reprimida»

Andreas Mortiz.

Los Los cálculos que se forman en el hígado pueden tener todas las formas y colores. La mayoría son de color brillante o verde oscuro, aunque también los hay de color blanco, rojo, negro o marrón. Estos cálculos se deben a una ingesta excesiva, a una dieta y a un estilo de vida poco saludables y al estrés y la rabia reprimida. A medida que las piedras aumentan en número y tamaño, las células del hígado se ven forzadas a reducir la producción de bilis. En condiciones normales, el hígado produce más de un litro de bilis al día. Ésa es la cantidad necesaria para que el intestino delgado digiera los alimentos como es debido. Cuando se bloquean los principales conductos biliares, apenas un cuarto de esa cantidad seguirá su camino hasta el tracto intestinal. La falta de secreción biliar no sólo afecta a la digestión, sino que además impide que el hígado se deshaga de las toxinas y expulse los cálculos de los conductos biliares. Debido a ello, la bilis se torna tóxica. Parte de esa bilis tóxica llega a la sangre, con lo que afecta a todos los órganos vitales, incluido el cerebro. También repercute negativamente en la circulación sanguínea del hígado, ya que las paredes de los vasos sanguíneos hepáticos (vasos sinusoides) se atoran cada vez más. Por esta causa, la LDL y la VLDL (lipoproteínas de baja y de muy baja densidad, llamadas también colesterol malo) tienen cada vez más dificultades para abandonar el flujo sanguíneo, lo que comporta un aumento del nivel de colesterol en sangre.

Puesto que los cálculos biliares son porosos, en ellos pueden quedar atrapadas –como peces en una red– diversas toxinas, bacterias, virus, parásitos y quistes que pasan a través del hígado. Los cálculos son una fuente constante de infecciones que introduce en el organismo un número cada vez mayor de nuevas bacterias. Los continuos intentos de superar las inflamaciones intestinales, cistitis, candidiasis, úlceras estomacales, enfermedades infecciosas o cualquier otra de las dolencias anteriormente señaladas fracasarán probablemente si no se eliminan del hígado los cálculos que albergan bacterias.

En ocasiones, uno o varios cálculos quedan atascados en el conducto biliar –vaso que une el conducto biliar común con la vesícula– o en el propio conducto biliar común. Cuando esto sucede, las paredes del conducto sufren fuertes contracciones espasmódicas a fin de impulsar hacia delante las piedras. Esas contracciones causan unos dolores insoportables que se irradian a todo el abdomen, la espalda e incluso a piernas y brazos.

«En la actualidad, más de 20 millones de norteamericanos, por ejemplo, sufren trastornos de la vesícula y cada año alrededor de un millón opta por someterse a una costosa intervención quirúrgica.»

Andreas Mortiz.

Si la vesícula biliar está llena de cálculos también pueden producirse contracciones musculares extremadamente dolorosas, un fenómeno que se denomina ataque de vesícula biliar. Los cálculos biliares desencadenan irritaciones e inflamaciones en las paredes de la vesícula, en el conducto biliar común y en el conducto cístico. Es posible que vengan acompañadas de una infección microbiana. En la actualidad, más de 20 millones de norteamericanos, por ejemplo, sufren trastornos de la vesícula y cada año alrededor de un millón opta por someterse a una costosa intervención quirúrgica. Cuando a una persona le extirpan la vesícula biliar, puede experimentar un gran alivio de los dolorosos ataques agudos que sufría y es probable que también mejore su digestión durante un breve espacio de tiempo. Ello se debe a que tendrá comparativamente más bilis disponible para el proceso digestivo. La desventaja, sin embargo, es que ahora segregará bilis a cuentagotas durante todo el día, en vez de hacerlo en grandes cantidades cuando el cuerpo la necesita, es decir, cuando ha de digerir un alimento. La bilis, a menos que se mezcle con alimento, ocasiona daños en las paredes intestinales. Además, dado que el paciente aún tiene piedras en el hígado, lo más probable es que vuelva a padecer problemas digestivos, o incluso que éstos se agraven. Una consecuencia común es el excesivo aumento de peso. Asimismo, pueden intensificarse otros problemas de salud ya existentes, como dolores, asma, bursitis, enfermedades del corazón y artritis.

Si los cálculos se atascan en la confluencia del conducto biliar común del hígado y la vesícula con el conducto pancreático, generalmente se produce una ictericia y una pancreatitis aguda. Estos trastornos pueden causar finalmente tumores cancerosos en el páncreas y otras enfermedades. Con una limpieza hepática y vesicular o en mi libro Limpieza hepática y de la vesícula es posible eliminar de modo fácil y seguro los cálculos biliares de todo tipo, tamaño y cantidad. Los primeros efectos positivos que suelen experimentarse poco después de la limpieza hepática son el alivio del dolor y la recuperación o mejora de la energía, la vitalidad y el bienestar general. Si bien la limpieza hepática puede realizarse a cualquier edad, incluso en niños a partir de los 10 años (hoy en día, muchos niños tienen cálculos hepáticos) y personas mayores, aconsejo llevarla a cabo sólo después de haber seguido durante cuatro a seis semanas como mínimo las orientaciones generales para tener un cuerpo sano, tal como se detalla en los siguientes capítulos.

La limpieza del colon y de los riñones, descrita en el capítulo 7, supone también una preparación ideal para la limpieza hepática. Mediante una serie de lavados hepáticos, yo mismo llegué a expulsar unas 3.000 piedrecillas verdes del tamaño de un guisante, cientos de piedras del tamaño de un garbanzo y una docena de otras más grandes, de un tamaño aproximado de 2,5 centímetros de diámetro. Las limpiezas que realicé durante los siguientes cinco años mostraron que tenía el hígado completamente limpio. Los efectos de cada limpieza eran a menudo espectaculares y cada vez aportaban más beneficios a las realizadas anteriormente. El resultado final fue una triplicación de mi energía y mi vitalidad; la desaparición del malestar, la rigidez y el dolor que sentía en todo el cuerpo, especialmente en la espalda, y la normalización de las digestiones y evacuaciones. Puedo afirmar que la limpieza hepática es lo mejor que he hecho nunca por mi bienestar físico y mental.

«La mayoría de los métodos de diagnóstico de hoy en día no son capaces de mostrar los cientos, e incluso miles de cálculos no calcificados, los depósitos de bilis endurecida que se acumulan en el hígado, y reconocerlos como cálculos intrahepáticos, como sí se hace en la Johns Hopkins University. «

Andreas Mortiz.

El lector se preguntará por qué en la medicina convencional no hay ningún planteamiento ni ninguna referencia que trate de los cálculos biliares. La razón de este importante eslabón perdido se debe a que las teorías de la medicina moderna nos dicen que los cálculos se forman tan sólo en la vesícula biliar, y no en el hígado. La «prueba experimental» que avala esta teoría se basa principalmente en las ecografías y radiografías, que sólo muestran las pocas piedras que han llegado a alcanzar cierto tamaño en la vesícula y que están calcificadas (piedras minerales). La mayoría de los métodos de diagnóstico de hoy en día no son capaces de mostrar los cientos, e incluso miles de cálculos no calcificados, los depósitos de bilis endurecida que se acumulan en el hígado, y reconocerlos como cálculos intrahepáticos, como sí se hace en la Johns Hopkins University. Como ya he señalado, las exploraciones ultrasónicas solamente muestran los depósitos grasos en el hígado cuando existe un número excesivo de piedras de gran tamaño (20.000 o más) que congestionan los conductos biliares (hígado graso). Si un paciente con hígado graso acude al médico, éste le dirá que tiene demasiado tejido graso en el hígado. Sin embargo, es poco probable que le diga que tiene cálculos intrahepáticos (piedras que obstruyen los conductos biliares). 

Tal como he mencionado anteriormente, la mayoría de las piedrecillas más pequeñas del hígado no se detectan en las ecografías o las tomografías computerizadas. Sin embargo, un estudio a fondo de las imágenes realizado por especialistas revelaría si algunos de los conductos biliares más pequeños se han dilatado a causa de la obstrucción. Una resonancia magnética (MRI) permitiría detectar con mayor facilidad la dilatación de los conductos biliares causada por cálculos más grandes y densos o por grupos de cálculos. Sin embargo, a menos que haya algún síntoma que indique la existencia de un problema hepático más grave, los médicos raramente comprueban si hay cálculos intrahepáticos. Lamentablemente, aunque el hígado es uno de los órganos más importantes del cuerpo, los trastornos del mismo no suelen diagnosticarse como es debido. Aunque ya en una primera fase se reconozca y se diagnostique fácilmente un hígado graso o la formación de cálculos hepáticos en los conductos biliares, los servicios sanitarios actuales no ofrecen tratamientos para librar a este órgano vital de la pesada carga que tiene que soportar. 

Cualquier persona que sufra una enfermedad crónica puede verificar fácilmente la presencia de cálculos hepáticos, incluso si le han extirpado la vesícula biliar. Con una limpieza de hígado, el cuerpo se liberará de numerosas piedras no calcificadas, recubiertas de bilis. Son piedras idénticas a las piedras verdes no calcificadas que se encuentran en una vesícula extirpada. Si se cortan por la mitad, estas «variedades» de cálculos muestran típicas señales de edad, similares a los anillos del tronco de un árbol. Un examen adecuado de las mismas revela la edad y el tipo de toxinas, bacterias o sustancias químicas con las que principalmente el cuerpo tiene que batallar. Con la limpieza hepática se eliminan miles de sustancias tóxicas que han contribuido a la formación de las piedras y que invaden los múltiples conductos biliares. Eliminar las piedras de los conductos hepáticos es uno de los procedimientos más importantes y efectivos que uno puede llevar a cabo para recuperar o mejorar la salud. Nota: para conocer más detalles sobre el modo en que la limpieza del hígado y la vesícula puede ser vital para el tratamiento de enfermedades y mejorar la salud y la vitalidad, el lector hará bien en consultar mi libro titulado Limpieza hepática y de la vesícula, donde se muestra cómo expulsar sin dolor cientos de piedras de una sola vez. 

Las piedras pueden tener un tamaño que oscila entre el de la cabeza de un alfiler al de una avellana, y en algunos casos extraordinarios, el de una pelota de golf. La limpieza se realiza en un período de tiempo inferior a cuatro horas y puede hacerse en casa durante un fin de semana.

Moritz, Andreas. Los secretos eternos de la salud (SALUD Y VIDA NATURAL) (Spanish Edition) (pp. 107-114). EDICIONES OBELISCO S.L.. Kindle Edition. 

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