Escrito por 9:29 pm Digestión, Limpieza hepática

Cálculos biliares en el hígado y en la vesícula 

Las piedras en el hígado son realmente una de las principales razones de que las personas enfermen y tengan dificultades para recuperarse de la enfermedad.
Holograma de un hígado

Muchas personas creen que las piedras sólo pueden producirse en la vesícula biliar. Se trata de un mito muy extendido. La mayoría de los cálculos se forman en el hígado y relativamente muy pocos en la vesícula (ilustración 4a). Este juicio se puede verificar fácilmente cuando uno mismo se realiza un lavado de hígado. No importa si se es médico, abogado, científico o si se trata de alguien a quien le han extirpado la vesícula y, por tanto, cree que no tendrá piedras: los resultados de una limpieza de hígado hablan por sí mismos. Ninguna prueba científica ni explicación médica pueden dar a la limpieza hepática más valor del que ya tiene. Cuando una persona ve los cientos de cálculos de color beis o verde, marrón o negro en la taza del inodoro tras el primer lavado de hígado, intuitivamente sabe que algo sumamente importante está ocurriendo en su vida. Si el individuo quiere satisfacer la curiosidad, puede que decida llevar las piedras expulsadas al laboratorio para que las analicen o preguntar al médico de cabecera qué opina de ellas. El médico puede apoyar la decisión del paciente de curarse por sí mismo, o bien decirle que es ridículo o incluso desaconsejarle que lo haga. Sin embargo, la experiencia más significativa es hacerse responsable de la propia salud, quizá por primera vez en la vida. Será la decisión más afortunada que se pueda tomar. 

«Se calcula que un 20 % de la población mundial desarrollará cálculos en la vesícula en algún momento de su vida; muchas de estas personas optarán por hacerse extirpar quirúrgicamente este importante órgano. «

Andreas Mortiz.

Esta cifra estadística no tiene en cuenta, sin embargo, a las numerosas personas que desarrollarán cálculos (o que ya los tienen) en el hígado. Dados los cerca de treinta años que llevo practicando la medicina natural y tratando a miles de personas que sufren todo tipo de enfermedades crónicas, puedo confirmar el hecho de que cada una de ellas, sin excepción, había tenido una considerable cantidad de cálculos en el hígado. Resulta curioso que relativamente pocas declararan haber tenido alguna vez cálculos en la vesícula.

Los cálculos en el hígado son, tal como el lector comprenderá al leer este libro, el principal impedimento para adquirir y mantener una buena salud, lozanía y vitalidad. Las piedras en el hígado son realmente una de las principales razones de que las personas enfermen y tengan dificultades para recuperarse de la enfermedad. Tal vez la negativa a reconocer y a aceptar que la formación de cálculos en el hígado es un fenómeno extraordinariamente común sea uno de los puntos de vista más desafortunados en el mundo de la medicina, tanto en la alopática como en la holística. El hecho de confiar tan extremadamente en los análisis de sangre para realizar un diagnóstico, como hace la medicina convencional, es realmente una gran desventaja para la salud hepática. La mayoría de las personas con una dolencia física de uno u otro tipo pueden presentar niveles normales de enzimas hepáticas en la sangre, a pesar de tener el hígado congestionado. La congestión hepática es uno de los problemas de salud más importantes, si bien la medicina convencional raramente la nombra ni los médicos tienen un modo fiable de detectar y diagnosticar esta dolencia. Los niveles enzimáticos en el hígado sólo alcanzan elevadas cotas cuando la destrucción de las células del hígado está en un proceso avanzado, como ocurre en el caso de la hepatitis o la inflamación del hígado.

Las células hepáticas contienen gran cantidad de enzimas. Cuando cierto número de células hepáticas están destruidas, en la sangre se pone de manifiesto la presencia de enzimas. Detectado a través de un análisis de sangre, este incremento enzimático indica un mal funcionamiento del hígado. En ese caso, sin embargo, el daño ya está hecho. Para que ese daño se ponga de manifiesto tienen que transcurrir muchos años de congestión hepática crónica. Los análisis clínicos convencionales prácticamente nunca revelan la presencia de cálculos en el hígado. De hecho, la mayoría de los médicos ni siquiera saben que es en ese órgano donde se desarrollan. Tan sólo una de las universidades de investigación más avanzadas, la prestigiosa Johns Hopkins University, describe e ilustra estos cálculos hepáticos en sus textos o en sus páginas de Internet. Los denominan «cálculos intrahepáticos».

«Si se asume que los cálculos hepáticos contribuyen a la aparición o agravamiento de prácticamente cualquier tipo de enfermedad y se siguen algunos sencillos pasos para eliminarlos (para más detalle, véase el capítulo 7), uno mismo puede tomar la iniciativa de recuperar su salud y su vitalidad de modo permanente.»

Andreas Mortiz.

Implicarse en la propia limpieza hepática –o, si se es un profesional de la sanidad, en la de sus pacientes– es una actividad tremendamente gratificante. Tener un hígado limpio equivale a albergar una nueva esperanza de vida. He aquí unos cuantos ejemplos que indican la extrema importancia de tener un hígado limpio: 

  • Prácticamente todas las enfermedades están causadas de modo directo o indirecto por la congestión de los conductos biliares y de la vesícula. 
  • La bilis tóxica estancada es el origen de la mayor parte de los problemas digestivos.
  • La congestión de los conductos biliares hepáticos puede hacer que cualquier sustancia química inocua se convierta en cancerígena y se extienda después por todo el cuerpo. 
  • Un mal funcionamiento del hígado puede bloquear el 70 % del flujo sanguíneo al corazón. 
  • El hígado es el responsable de la lucidez mental y de la estabilidad emocional. 
  • El hígado puede verter proteínas en el sistema linfático y provocar con ello millares de reacciones del sistema inmune, desde alergias hasta enfermedades autoinmunes y desde resfriados hasta tumores cancerosos. 
  • Las enzimas hepáticas pueden convertir las hormonas esteroides del propio cuerpo en hormonas beneficiosas o letales. 

Estas últimas pueden causar un cáncer en los órganos reproductores de la persona afectada. El hígado es el órgano o glándula más grande del cuerpo. Puede llegar a pesar 1.400 g, está situado detrás de las costillas, en la parte alta del abdomen, a la derecha, y ocupa casi toda la anchura del cuerpo. Responsable de cientos de funciones diferentes, el hígado es, además, el órgano más complejo y activo del organismo. Puesto que el hígado es el encargado de procesar, convertir, distribuir y mantener el suministro de «combustible» necesario y vital para el cuerpo –nutrientes y energía, por ejemplo–, cualquier fenómeno que altere esas funciones tiene por fuerza que afectar gravemente a la salud de este órgano y de todo el cuerpo. Las mayores alteraciones se deben a la presencia de cálculos. 

Ilustración 4a: Cálculos biliares en el hígado y la vesícula biliar 

Cálculos biliares en el higado y la vesícula

Además de producir colesterol –un componente esencial de todas las células del organismo, de las hormonas y de la bilis–, el hígado también genera hormonas y proteínas que determinan la manera en que el cuerpo funciona, crece y se cura. Además, desarrolla nuevos aminoácidos y convierte en proteínas los ya existentes. Esas proteínas son los cimientos de células, hormonas, neurotransmisores, genes, etc. 

Otras funciones esenciales del hígado consisten en descomponer las células viejas y gastadas, reutilizar las proteínas y el hierro y almacenar vitaminas y nutrientes. Los cálculos representan un peligro para todas estas funciones vitales. Además de metabolizar el alcohol presente en la sangre, el hígado elimina la toxicidad de las materias nocivas, bacterias, parásitos y ciertas sustancias de los fármacos. Este órgano utiliza enzimas específicas para transformar la materia de desecho o nociva en sustancias que el cuerpo pueda eliminar sin peligro. Además, el hígado filtra más de una cuarta parte de la sangre cada minuto. La mayor parte de los productos de desecho filtrados se eliminan del hígado por medio del flujo biliar. Si hay cálculos que obstruyen los conductos biliares, la bilis se vuelve tóxica y eleva los niveles de toxicidad en el hígado y, finalmente, en todo el cuerpo. Este proceso se acentúa aún más con la ingesta de medicamentos, que normalmente se descomponen gracias a la actividad del hígado. La presencia de cálculos impide su desintoxicación, lo cual puede producir una «sobredosis» y efectos secundarios devastadores, incluso si se administran en dosis normales. Eso significa también que el hígado está amenazado por la acción de los productos de descomposición de los medicamentos sobre los que actúa. El alcohol que no sea debidamente desintoxicado por el hígado puede dañar gravemente o destruir células hepáticas. 

Una de las funciones hepáticas más importantes consiste en producir bilis, de unos 500 a 1.000 ml al día. La bilis es un líquido espeso de color amarillo, marrón o verde y es alcalino (lo contrario de ácido) y tiene un sabor amargo. Sin la bilis necesaria, la mayoría de los alimentos más comunes que ingerimos permanecen sin digerir o se digieren sólo en parte. Para que, por ejemplo, el intestino delgado digiera y absorba la grasa y el calcio de lo que comemos, ese alimento debe mezclarse previamente con la bilis. Si la grasa no es absorbida adecuadamente, significa que la secreción biliar es insuficiente. Las grasas no digeridas permanecen en el tracto intestinal, y, cuando llegan al colon junto con otras sustancias de desecho, las bacterias descomponen parte de la grasa en ácidos grasos, o bien se excretan con las deposiciones. Puesto que la grasa es más ligera que el agua, las deposiciones que contienen grasas pueden flotar. Cuando la grasa no es absorbida, tampoco lo es el calcio, y la sangre tiene déficit de este mineral y toma el que necesita de los huesos. 

La mayoría de los problemas de falta de masa ósea (osteoporosis) se derivan, en última instancia, de una secreción biliar insuficiente y de una inadecuada digestión de las grasas, más que de la falta de ingesta de calcio. Pocos médicos son conscientes de esto y, en consecuencia, recetan a sus pacientes complementos de calcio. Además de eliminar las grasas de nuestros alimentos, la bilis elimina las toxinas del hígado. Una de las funciones menos conocidas de la bilis, aunque extremadamente importante, es limpiar los intestinos. Además, estimula el peristaltismo intestinal, responsable de una evacuación sana y regular. Un peristaltismo poco dinámico causa estreñimiento. Cuando los cálculos del hígado o de la vesícula impiden en gran medida el flujo biliar, las deposiciones pueden adquirir un color castaño, naranja-amarillo o pálido como la arcilla, en vez de tener su habitual color marrón verdoso. Los cálculos son consecuencia directa de una dieta y un estilo de vida poco saludables. Si los cálculos persisten en el hígado o en la vesícula, incluso después de haber eliminado todos los demás factores que generan esa dolencia, llegan a suponer un riesgo importante para la salud y pueden provocar enfermedades y un envejecimiento prematuro. Por esa razón, en este libro, se destaca la cuestión de los cálculos como uno de los mayores factores de riesgo o causas de enfermedades. 

Moritz, Andreas. Los secretos eternos de la salud (SALUD Y VIDA NATURAL) (Spanish Edition) (pp. 98-104). EDICIONES OBELISCO S.L.. Kindle Edition. 

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