La principal conclusión que podemos extraer del estudio de la salud y de la curación es que vivir de un modo natural evita la presencia de enfermedades. Las dolencias surgen cuando nos desviamos de ese modo de vida. Se manifiestan por sí solas en el momento en que el cuerpo trata de neutralizar y eliminar las sustancias dañinas y los fluidos acumulados. Para restaurar la salud necesitamos ayudar al organismo a eliminar esas toxinas; una dieta alimenticia y unos hábitos saludables evitarán que vuelvan a acumularse de nuevo.
«La enfermedad es la manifestación de una crisis de toxicidad, el intento del cuerpo de volver a un estado de equilibrio llamado homeostasis.«
Andreas Moritz
Esta curación o crisis de toxicidad tiene lugar cuando las toxinas del cuerpo alcanzan cierto grado de concentración, que en este contexto denominaremos tolerancia. Las toxinas son para mí sustancias producidas internamente o aportadas desde el exterior que tienen efectos nocivos en los sistemas orgánicos del cuerpo, en determinados órganos, tejidos, células y unidades subcelulares. Entre las toxinas se encuentran los aditivos alimentarios, la contaminación ambiental, los residuos del metabolismo y la toxicidad generada por las bacterias que descomponen los alimentos no asimilados en el sistema digestivo. Cuando el cuerpo supera el nivel de tolerancia a las toxinas, lo manifiesta con algún dolor u otras formas de malestar. Esto hace que los órganos y sistemas de eliminación del cuerpo, como la piel, el aparato respiratorio, el hígado, el intestino grueso, los riñones, el sistema linfático y el sistema inmunológico emprendan la defensa del organismo. Cuando el cuerpo intenta eliminar esas toxinas, el hígado, los pulmones, el colon, los riñones, la piel y las glándulas linfáticas pueden llegar a congestionarse. La respuesta inmunológica moviliza las células inmunes y los anticuerpos que ayudan a reducir el nivel de toxicidad por debajo del límite de tolerancia (véase ilustración 3).

En esa fase reactiva de la crisis de toxicidad, es posible sentirse débil o exhausto, pues el cuerpo utiliza hasta la última gota de la energía que puede conseguir para eliminar las toxinas. En circunstancias normales, la fuerza física, el apetito y el bienestar vuelven unos días después de su respuesta curativa. Todo ello puede dar la impresión de que se ha recuperado la salud, pero en muchos casos tan sólo se ha superado el nivel sintomático de la crisis de toxicidad. A menos que se supriman las causas que han llevado a generar las toxinas, es probable que éstas se acumulen de nuevo y se produzca otra crisis de toxicidad.
Puesto que el sistema inmunológico se va debilitando progresivamente con cada crisis, la posibilidad de recuperar por completo la salud y la vitalidad también disminuye. La consecuencia final de estos ciclos sucesivos de crisis tóxicas es una enfermedad crónica. Hace unos cien años, las enfermedades crónicas eran bastante raras. A principios del siglo XX, tan sólo 10 de cada 100 personas sufrían una dolencia continuada. En la actualidad, las enfermedades crónicas constituyen más del 90 % de todos los problemas de salud. Hoy en día, la población en general, así como los médicos, suelen pensar que lo mejor y lo más correcto y beneficioso es eliminar a toda costa los síntomas de la enfermedad. Los métodos utilizados en la mayoría de los casos se basan en la administración de fármacos y en intervenciones quirúrgicas. Claro que su aplicación pasa por alto la necesidad de detectar y atender las causas de esos síntomas, que no son más que simples indicadores de la toxicidad que acumula el cuerpo, por lo que el resultado final de este planteamiento es la depresión de los órganos y sistemas vitales del cuerpo. Puesto que de este modo se impide al cuerpo eliminar las toxinas acumuladas, la crisis, la próxima vez que ocurra, será más larga o más grave que la primera vez.
Las toxinas se acumulan progresivamente hasta alcanzar el nivel de tolerancia, en el que producen síntomas de malestar o dolencias, esto es, la crisis de toxicidad. Una vez alcanzado el punto culminante, los síntomas empiezan a aliviarse y el estado del paciente vuelve a la normalidad. Ese proceso agrava el desgaste y el deterioro del sistema inmunológico y hace que el individuo sea más susceptible a desarrollar dolencias agudas y crónicas.
«La mayor parte de las enfermedades crónicas se generan con la supresión de las dolencias agudas mediante la intoxicación con fármacos«
Henry Lindlahr
El conocido médico Henry Lindlahr realizó esta profunda y perspicaz observación: «La mayor parte de las enfermedades crónicas se generan con la supresión de las dolencias agudas mediante la intoxicación con fármacos». La mayoría de las personas se han puesto colectivamente de «acuerdo» en que cuando una persona enferma se recupera después de tomar un medicamento, esa mejoría se debe «evidentemente» al medicamento. Sin embargo, esa presunción puede ser errónea. La curación siempre tiene lugar en el cuerpo y está controlada por el cuerpo. Si por alguna razón el organismo ya no puede curarse por sí mismo, ni siquiera la más potente de las medicinas podrá conseguir lo que su sistema de curación debilitado no ha logrado. La enfermedad se manifiesta cuando la respuesta natural de curación del cuerpo se ha debilitado o ha sido suprimida. El cuerpo tiende constantemente a volver a su equilibrio fisiológico, lo que tal vez sea el auténtico poder que hay detrás de cada curación. A veces, la confianza en determinado tratamiento o fármaco (placebo) puede ser el detonante para que el cuerpo recupere ese equilibrio, cosa que a menudo se atribuye erróneamente al tratamiento como tal y no a las energías de la confianza y la perseverancia que tal vez genere en el paciente. El perfecto equilibrio del cuerpo se ve seriamente alterado por factores que lo dejan sin energía. Un adicto al tabaco, por ejemplo, que sufre arteriosclerosis (endurecimiento de las arterias) y tiene el músculo cardíaco debilitado debido a la constante exposición al monóxido de carbono y a la nicotina, tiene muy pocas posibilidades, o incluso ninguna, de curarse si sigue fumando. Los corredores de bolsa y los jugadores profesionales corren un grave riesgo de desarrollar una enfermedad cardiaca porque sufren constantes conmociones en su trabajo. A veces, el mero hecho de alejarles de su puesto de trabajo para ingresarles en un hospital es suficiente para ayudarles a recuperar la salud. Sin embargo, pensar que el tratamiento médico que reciben es el responsable de su mejoría es más que engañoso. Se recuperan porque la causa principal de su estrés ha desaparecido.
Moritz, Andreas. Los secretos eternos de la salud (SALUD Y VIDA NATURAL) (Spanish Edition) (pp. 61-65). EDICIONES OBELISCO S.L.. Kindle Edition.
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