Written by 6:35 pm Efecto placebo

El milagro de la cura espontánea

Los tratamientos en sí mismos no tienen poderes curativos y no son eficaces a menos que puedan funcionar como desencadenantes del efecto placebo o de la respuesta curativa del cuerpo.
Mujer con bufanda en cabeza levantando las manos
Si bien la medicina moderna se ha dado de bruces, por así decirlo, con la propia cura del organismo, todavía no lo ha reconocido. Casi todos los estudios científicos realizados con miles de fármacos y tratamientos por parte de médicos de todo el mundo han considerado el efecto placebo.
 
Aunque el efecto placebo es una respuesta puramente subjetiva del paciente o del sujeto tratado, de una u otra manera ha llegado a ser un factor esencial objetivo y fiable en la investigación médica. Sin embargo, el efecto placebo que representa el mecanismo de curación propio del cuerpo no ha sido nunca objeto de investigación. Después de todo, es imposible patentar la respuesta curativa de un placebo y conseguir beneficios con su venta. En vez de aprender de los mecanismos curativos del propio organismo, toda la atención se ha centrado en probar fármacos o terapias que fueran rentables para el tratamiento de los síntomas de la enfermedad. Dado que esos fármacos o terapias no pueden curar nada –sólo el cuerpo puede hacerlo–, no hay nada en ellos que potencie la respuesta curativa a excepción de su potencial efecto placebo. Teniendo en cuenta que la supresión de los síntomas no tiene nada que ver con la curación, esas investigaciones revisten tan sólo, en el mejor de los casos, un valor secundario.

Conseguir un alivio temporal de los síntomas puede ser muy deseable para el paciente y gratificante para el médico, pero a largo plazo ese enfoque hace más difícil que el cuerpo se cure por sí mismo.

Andreas Moritz

Sin embargo, es un error creer que la mejoría de los síntomas tras determinado tratamiento es necesariamente el resultado de ese tratamiento. Los tratamientos en sí mismos no tienen poderes curativos y no son eficaces a menos que puedan funcionar como desencadenantes del efecto placebo o de la respuesta curativa del cuerpo. Además, los tratamientos orientados simplemente a erradicar los síntomas de la enfermedad sin tener en cuenta sus causas no tienen nada que ver con una curación efectiva. Conseguir un alivio temporal de los síntomas puede ser muy deseable para el paciente y gratificante para el médico, pero a largo plazo ese enfoque hace más difícil que el cuerpo se cure por sí mismo. Bastante a menudo esto da lugar a enfermedades crónicas. La verdadera curación se produce gracias a la relación cuerpo-mente, a la eliminación de la congestión interna y a la inherente capacidad curativa del propio organismo. El potente mecanismo curativo del cuerpo quedó ampliamente reflejado en un estudio realizado con tres grupos de pacientes que sufrían úlceras gástricas sangrantes. A esos enfermos se les dijo que iban a probar un nuevo fármaco que podría acabar con las hemorragias provocadas por las úlceras. Un grupo tomó el nuevo fármaco, otro recibió una sustancia que aumentaba esas hemorragias y al tercer grupo se le administró un placebo. La mayoría de los pacientes eran personas desesperadas que anhelaban que el nuevo fármaco les ayudara a desembarazarse de su angustioso problema. Los resultados dejaron atónitos a los investigadores. Las hemorragias cesaron en los tres grupos, incluso en el que había tomado un fármaco que supuestamente tenía que incrementarlas. ¿Fue la confianza en ese nuevo producto lo suficientemente potente para superar la gran toxicidad del fármaco que incrementaba la hemorragia? Está claro que, en respuesta a esos sentimientos de confianza y de esperanza, los cuerpos de esos pacientes no sólo produjeron sustancias capaces de detener la hemorragia de las úlceras, sino que además neutralizaron las sustancias tóxicas contenidas en el fármaco que debía incrementar la hemorragia.

“El tratamiento de enfermedades no significa necesariamente que los medicamentos ejerzan un efecto curativo; en realidad, la mayoría de ellos simplemente eliminan los síntomas y son costosos.”

Andreas Moritz

Existen miles de estudios que hablan de los sorprendentes resultados del efecto placebo. En otro estudio clásico llevado a cabo en 1950, a un grupo de embarazadas que sufrían vómitos matinales se le administró jarabe de ipecac, una sustancia que provoca el vómito. Se les dijo que era una nueva solución contra los vómitos. Para sorpresa de los investigadores, todas las mujeres dejaron de vomitar. Otro interesante experimento se realizó con la ayuda de estudiantes de medicina. Cincuenta y seis estudiantes recibieron una píldora; unos de color rosa y otros de color azul y se les dijo que unas eran tranquilizantes y otras estimulantes. Tan sólo 3 de los 56 estudiantes dijeron que las píldoras no les habían causado ningún efecto. La mayoría de los que habían tomado las píldoras azules supusieron que eran tranquilizantes y un 72 % se durmió. Es más, los estudiantes que tomaron dos píldoras azules durmieron más que los que sólo tomaron una. Por el contrario, un 32 % de los que tomaron las píldoras rosas dijeron que se habían sentido menos cansados, y un tercio de ellos afirmaron tener efectos secundarios como dolores de cabeza, aturdimiento, retortijones, dolor intestinal, picor en las extremidades y dificultad para caminar. Todas las respuestas, a excepción de las de tres estudiantes, se debieron a sus presunciones y a su imaginación.
 
Las consecuencias de estos experimentos y de otros similares deberían haber revolucionado el concepto médico de la enfermedad. Lamentablemente, la ley prohíbe la venta de «drogas» que contengan tan sólo sustancias inocuas. De no existir esa ley, muchas personas podrían haberse convertido en sus mejores terapeutas gracias tan sólo a confiar en un fármaco que no es tal. Por otra parte, si estuviera permitido vender un placebo, cualquiera podría comercializar como medicamento efectivo un simple azucarillo. Entonces, ¿quién decide qué es lo más efectivo? Un antiguo presidente del Real Colegio de Médicos de Londres dijo en una ocasión que tan sólo el 10 % de las enfermedades puede tratarse de modo efectivo con los métodos terapéuticos modernos, incluida la administración de fármacos. El tratamiento de enfermedades no significa necesariamente que los medicamentos ejerzan un efecto curativo; en realidad, la mayoría de ellos simplemente eliminan los síntomas y son costosos. Un placebo, por el contrario, es algo muy barato, e incluso puede salir gratis. Y no tiene efectos secundarios.
 
Moritz, Andreas. Los secretos eternos de la salud (SALUD Y VIDA NATURAL) (Spanish Edition) (pp. 44-47). EDICIONES OBELISCO S.L.. Kindle Edition.
 
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