En sentido general, las partes del sistema inmunológico y del sistema linfático que se hallan en el tracto intestinal ayudan a desintoxicar cualquier sustancia que pueda penetrar en el organismo junto con los alimentos ingeridos. Por medio de un proceso muy sofisticado, esos sistemas separan los nutrientes útiles de los desechos inservibles. Algunas sustancias potencialmente dañinas o algunas toxinas naturales de los alimentos, como los anticuerpos vegetales, entran en los conductos linfáticos para su destoxificación y eliminación. La mayoría de los nutrientes pasan a través de las paredes del intestino delgado al flujo sanguíneo, que los conduce al hígado para ser procesados, distribuidos y sometidos al metabolismo celular. Pero hay otros nutrientes más específicos que sólo pueden ser absorbidos a través de las paredes del intestino grueso. Esos nutrientes están destinados a nutrir y mantener el sistema nervioso. Todos los nutrientes, minerales, agua y residuos que no son absorbidos en el intestino delgado penetran entonces en el colon ascendente, justo encima del apéndice.
«Según la medicina tradicional de China y la India, el apéndice desempeña un papel muy importante. Alimenta a grandes cantidades de bacterias prebióticas y las suministra al colon y a otras partes para neutralizar cualquier sustancia perjudicial. «
Andreas Moritz
La estratégica localización del apéndice permite que esos útiles microorganismos se mezclen con la materia fecal cuando ésta empieza a recorrer el intestino grueso. En el tracto intestinal del ser humano viven más de 400 filamentos de bacterias vivas beneficiosas. Adheridas a las paredes intestinales, expulsan sin miramientos a las bacterias potencialmente problemáticas, como Candida albicans. Una población equilibrada de bacterias prebióticas en los intestinos evita las infecciones vaginales y del tracto urinario. También ofrece resistencia a los tumores, en especial a las formaciones cancerosas en el colon, bien creando sustancias químicas protectoras o bien inhibiendo los componentes que alimentan los tumores. Una disminución de la población de bacterias prebióticas, causada, por ejemplo, por los antibióticos, el alcohol o la comida basura, hace que el tejido gastrointestinal quede expuesto a numerosas toxinas. Ello sobreestimula el sistema inmune y, en consecuencia, causa asma, alergias y eccemas.
Hasta hace muy poco, los médicos creían que el apéndice intestinal no servía para nada. En el año 2005, en Estados Unidos fueron hospitalizadas 321.000 personas con apendicitis. La extirpación del apéndice es una de las intervenciones quirúrgicas más frecuentes. Hoy en día, los investigadores de la Duke University Medical School, entre los que hay cirujanos e inmunó logos, afirman que el apéndice tiene la función de proteger los intestinos lo cual no es ninguna nimiedad. Este órgano con forma de lombriz se comporta como una fábrica de bacterias que cultiva gérmenes beneficiosos, según un estudio publicado en el número de octubre de 2007 del Journal of Theoretical Biology.
Según parece, de acuerdo con este «nuevo» descubrimiento (el Ayurvedalo sabía desde hace 6.000 años), la función del apéndice está relacionada con la enorme cantidad de bacterias que puebla el sistema digestivo del ser humano. La mayor parte de los billones de bacterias que alberga el cuerpo humano son beneficiosas y ayudan a digerir los alimentos. Pero a veces ocurre que la flora bacteriana intestinal muere, es expurgada o sucumbe ante las bacterias destructoras. A la vista del gran número de personas con el colon congestionado y el apéndice inflamado que existe hoy en día, se trata de un fenómeno común. Hill Parker, profesor de cirugía de la universidad de Duke y coautor del citado estudio, afirma que el apéndice «hace las veces de refugio seguro para las bacterias». La función del apéndice consiste en reiniciar el sistema digestivo.
«A efectos prácticos, y respaldado por la acción depuradora de la bilis desde el hígado, el trabajo del apéndice consiste en mantener el colon limpio y cuidado.»
Andreas Moritz
Cuando una gran cantidad de alimentos no digeridos y descompuestos alcanza esta parte del intestino es cuando tiene lugar la congestión. A la congestión intestinal le sigue la infección microbiana (debido a las bacterias destructoras), que a su vez puede llevar a engrosar la membrana mucosa protectora y a la ulceración de la pared intestinal. Si los microbios proliferan todavía más, el apéndice puede inflamarse e incluso romperse (ilustración 6) y evitar en un futuro el correcto funcionamiento del colon. Extirpar el apéndice puede tener a largo plazo consecuencias para la salud del colon y, como se explica posteriormente, de todo el cuerpo. En la mayoría de los casos de inflamación del apéndice, ayunar durante unos cuantos días y hacer una limpieza de colon (hidroterapia o irrigación del colon) puede ser la solución.
A diferencia de los movimientos peristálticos más continuos del intestino delgado, la masa fecal es impulsada en el intestino grueso (que en adelante llamaremos comúnmente «colon») a base de desplazamientos periódicos. Estos desplazamientos suceden de una a tres veces al día en el tramo final del tracto gastrointestinal. Una vez llega al recto, la masa fecal acciona las terminaciones nerviosas de las paredes rectales y causa el impulso reflejo de la evacuación.
El intestino grueso ya no descompone los alimentos en esta fase de la digestión; simplemente se limita a absorber las vitaminas que han creado las bacterias que habitan en el colon. El intestino grueso es esencial para absorber el agua y compactar las heces.
Ilustración 6: Inflamación y perforación del apéndice.
La duración ideal de todo el proceso de digestión y eliminación -desde la ingesta de los alimentos hasta su evacuación- es de unas 20 a 24 horas, en función del tipo de alimento y también de la hora del día en que se ha ingerido. Sin embargo, en la mayoría de la población, los alimentos pasan en el intestino grueso 25 horas o más. Este estado se denomina estreñimiento. He tenido muchos pacientes que me contaban que tardaban en defecar de 2 a 5 días. En casos extremos, puede llegarse a evacuar cada 7 o 10 días. Por otra parte, hay personas que evacuan 3 o 4 veces al día, y, en algunos casos, pueden producirse hasta 16 evacuaciones diarias; son individuos que no pueden retener los alimentos más de 3 a 12 horas. Puesto que la mayor parte de esos alimentos no se digieren adecuadamente, se descomponen por la acción de las bacterias destructoras; esto resulta tan irritante para las paredes intestinales que el cuerpo descarga los alimentos lo más rápidamente posible. Debido a ello, las evacuaciones son demasiado frecuentes y excesivas.
El hecho de que se evacue regularmente una o dos veces al día no significa por sí solo que la digestión sea buena, ya que lo importante es la calidad de los residuos que se eliminan.
Moritz, Andreas. Los secretos eternos de la salud (SALUD Y VIDA NATURAL) (Spanish Edition) (pp. 182-186). EDICIONES OBELISCO S.L.. Kindle Edition.