Written by 10:25 pm Carne

La muerte en la carne 

Los gérmenes y parásitos que hallamos en la carne debilitan el sistema inmunológico y se encuentran en el origen de muchas dolencias.
Mujer cortando carne

La investigación científica ha demostrado que todos los carnívoros tienen gusanos y una elevada incidencia de parásitos en sus intestinos. Esto no puede sorprendernos si se tiene en cuenta que la carne muerta (de cadáver) es el caldo de cultivo favorito de microorganismos de toda clase. Un estudio de 1996 realizado por el Ministerio de Agricultura de Estados Unidos demostró que cerca del 80 % de la carne picada de vacuno está contaminada con microbios patógenos. La fuente principal de estos organismos se halla en las heces. Un estudio realizado por la Universidad de Arizona reveló que como promedio hay más bacterias fecales en el fregadero de cocina que en la taza del inodoro. Por tanto, sería más seguro tomar la comida sentado sobre la taza del retrete que en la cocina. La fuente de este riesgo biológico en el hogar reside en la carne que compramos en el supermercado de la esquina. 

«La mayoría de las intoxicaciones alimentarias actuales están relacionadas con el consumo de carne.»

Andreas Moritz

Los gérmenes y parásitos que hallamos en la carne debilitan el sistema inmunológico y se encuentran en el origen de muchas dolencias. De hecho, la mayoría de las intoxicaciones alimentarias actuales están relacionadas con el consumo de carne. Durante un brote masivo cerca de Glasgow, 16 de más de 200 personas infectadas murieron de las secuelas de haber ingerido carne contaminada con E. coli. En Escocia y en muchas otras partes del mundo se producen frecuentes brotes. Más de la mitad de los estadounidenses, en su mayoría niños, han enfermado debido a la presencia de bacterias fecales mutantes (E. coli) en la carne. Estos gérmenes son la causa principal de la insuficiencia renal infantil en Estados Unidos. Este hecho por sí solo debería hacer que cualquier padre responsable impidiera que sus hijos comieran productos cárnicos. 

No todos los parásitos, sin embargo, actúan con tanta contundencia como E. coli. La mayoría de ellos tienen efectos a largo plazo, que sólo se advierten después de muchos años de comer carne. Las autoridades y la industria alimentaria están intentando desviar la atención del problema cada vez mayor de la contaminación de la carne diciendo a los consumidores que si ocurren esos accidentes es por su propia culpa. Salta a la vista que quieren evitar procesos judiciales millonarios y el deterioro de la imagen de la industria cárnica. Insisten en que los peligrosos brotes bacterianos se producen porque los consumidores no cocinan la carne que comen en casa durante el tiempo suficiente. Actualmente se considera un crimen servir una hamburguesa poco hecha, pero aunque uno no haya cometido ese «crimen», cualquier infección se achacará a que no se haya lavado las manos cada vez que manipula un pollo crudo o que haya colocado el pollo directamente sobre la superficie de trabajo de la cocina o junto a otros alimentos. La carne como tal, declaran, es absolutamente segura y cumple los requisitos de seguridad que impone el gobierno; por supuesto, esto sólo es verdad si uno se desinfecta las manos y la superficie de trabajo de su cocina. Proponer semejante «solución» a los 76 millones de víctimas de enfermedades derivadas de la carne escapa a todo sano raciocinio, salvo si lo que se pretende es salvaguardar los intereses del gobierno y de la industria cárnica. Si determinado alimento importado de China resulta contaminado, aunque no haya causado la muerte de nadie, inmediatamente lo retiran de los estantes de los supermercados. En cambio, a pesar de los estudios científicos que demuestran que el consumo de carne perjudica y acaba con la vida de millones de personas cada año, la carne sigue vendiéndose en todas las tiendas y mercados. 

Los nuevos microorganismos mutantes que hay en la carne actualmente son extremadamente mortíferos. Para que una persona enferme de intoxicación por salmonella tiene que ingerir por lo menos un millón de estos gérmenes, pero para resultar infectado por uno de los nuevos microorganismos mutantes, basta con tomar tan sólo cinco de ellos. En otras palabras, una pequeña partícula de hamburguesa no hecha que pasa de un utensilio de cocina al plato es suficiente para acabar con la vida del comensal. Los científicos han identificado en la actualidad a más de una docena de agentes patógenos alimentarios con estos efectos mortales. El Centro de Control de Enfermedades admite que ni siquiera sabemos qué microorganismos hay detrás de la mayoría de enfermedades y muertes relacionadas con los alimentos. 

Buena parte de la infestación de la carne con gérmenes se debe a que los animales de granja se nutren de alimentos que no tienen nada que ver con su comida natural. Las vacas se alimentan ahora con maíz, que son incapaces de digerir, pero que hace que engorden rápidamente. El pienso para el ganado vacuno también contiene heces de pollo. Los millones de kilos de restos de pollo (heces, plumas y lo que sea) que se recogen del suelo de las granjas avícolas se reciclan para elaborar piensos para las vacas. La industria considera que son «buenas proteínas». Los demás ingredientes de los piensos que se dan a las vacas consisten en restos molidos de animales como pollos, cerdos y caballos muertos. De acuerdo con la industria, dar al ganado forrajes naturales y saludables sería excesivamente costoso y además innecesario. ¿A quién le preocupa saber de qué está hecha la carne mientras parezca carne? 

Combinada con fuertes dosis de hormonas del crecimiento, una dieta a base de maíz y piensos especiales se reduce el período de engorde de un ternero hasta su comercialización de los cuatro a cinco años que serían normales a tan sólo 16 meses. Por supuesto, esta dieta antinatural hace que las vacas enfermen. Al igual que sus consumidores humanos, sufren ardor de estómago, hepatitis, úlceras, diarrea, neumonía y otras infecciones. Para mantener al ganado en vida hasta que llegue el momento de su sacrificio a la «edad madura» de 16 meses, hay que dar a las vacas enormes dosis de antibióticos. Mientras, los microbios que responden al ataque bioquímico masivo de los antibióticos hallan la manera de inmunizarse frente a estos medicamentos mutándose en nuevas cepas resistentes. 

Las desdichadas vacas que no caen muertas prematuramente a causa de todos los venenos que les administran durante su breve existencia terrenal, experimentan un final indigno y cruel en el matadero o la planta de despiece. Desde allí, la carne enferma e, infestada de gérmenes, va a parar al supermercado de la esquina y poco después al plato de nuestra cena… si nos animamos.

Moritz, Andreas. Los secretos eternos de la salud (SALUD Y VIDA NATURAL) (Spanish Edition) (pp. 384-387). EDICIONES OBELISCO S.L.. Kindle Edition. 

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