Los riñones son realmente los «maestros químicos» del organismo. No sólo eliminan los productos de desecho y el exceso de fluidos del cuerpo a través de la orina, sino que además mantienen el adecuado equilibrio de sal, potasio y ácido, una auténtica proeza para unos órganos relativamente pequeños. Los riñones producen una hormona –la eritropoyetina (EPO)– que estimula la creación de glóbulos rojos. Hay otras hormonas renales que ayudan a regular la presión sanguínea y el metabolismo del calcio. Los riñones también sintetizan las hormonas que controlan el crecimiento de los tejidos. Cuando los riñones resultan dañados por cálculos renales u otras causas, otros órganos también sufren.
La función principal de los riñones consiste en mantener la sangre pura y sana para asegurar el equilibrio adecuado de los líquidos del organismo. A fin de cumplir esta tarea sumamente compleja, estos órganos necesitan controlar constantemente el volumen adecuado de sangre y segregar la cantidad correcta de orina. Existen muchos factores que pueden interrumpir ese mecanismo y congestionar los riñones, como la sobreestimulación, la deshidratación, la fatiga, la sobrealimentación, el consumo de alimentos muy procesados, los cálculos biliares, una tensión arterial anómala, los trastornos digestivos (especialmente el estreñimiento), los medicamentos de venta con receta o los estupefacientes y los suplementos vitamínicos (en los capítulos siguientes se tratan con más profundidad estos temas).
«Las partículas de cristal o las piedras suelen tener unas aristas muy afiladas. Cuando los riñones se deshacen de ellas con la orina, llegan a rasgar y a erosionar la cara interior del canal urinario (uréter) en su camino hacia la vejiga urinaria.»
Andreas Mortiz.
Cuando los riñones se ven incapaces de separar de la sangre la cantidad necesaria de orina, parte de ella sigue circulando por el cuerpo y deposita los productos de desecho que contiene en vasos sanguíneos, articulaciones, tejidos y órganos del cuerpo. Esto significa que los fluidos y residuos quedan atrapados en el organismo y empiezan a acumularse. Finalmente, el resultado es una gran inflamación y síntomas de uremia (acumulación de productos tóxicos) o fallo renal. Muchas enfermedades de la piel, un olor corporal intenso, el sudor de manos y pies, la retención de líquidos, la congestión linfática, la hinchazón abdominal, el aumento rápido de peso, la sensación de debilidad, una presión arterial elevada y otros trastornos son indicativos de toxicidad de la sangre, causada en gran medida por la presencia de depósitos de orina obstructivos, como piedras y arenilla en los riñones.
Los cálculos renales empiezan siendo unos diminutos cristales y pueden llegar a tener el tamaño de un huevo. Los cristalitos son demasiado pequeños para ser detectados por los rayos X; así pues, dado que no producen molestias dolorosas, raramente se perciben. Sin embargo, son suficientemente grandes como para bloquear el flujo líquido que pasa por los minúsculos vasos renales. Los cristales o las piedras se forman en los riñones cuando los componentes de la orina –normalmente disueltos– se precipitan. La precipitación tiene lugar cuando se acumulan cantidades excesivas de esas partículas o cuando la orina está demasiado concentrada. Las partículas de cristal o las piedras suelen tener unas aristas muy afiladas. Cuando los riñones se deshacen de ellas con la orina, llegan a rasgar y a erosionar la cara interior del canal urinario (uréter) en su camino hacia la vejiga urinaria. Esto puede causar un intenso dolor en la región lumbar. Puede, además, que se orine sangre, que el dolor descienda a las piernas, que se adormezcan los muslos y que la persona afectada tenga dificultad para orinar.
La mayoría de los cristales y piedras se originan en los riñones, aunque también pueden formarse en la vejiga. Si una piedra de mayor tamaño penetra en uno de los dos uréteres, se bloquea la micción. Ello puede desencadenar serias complicaciones, como una infección o un fallo renal. Independientemente de dónde tenga lugar, el bloqueo reduce la capacidad de eliminar y regular el agua y las sustancias químicas, lo que hace que estos delicados órganos sufran daños. Las diversas funciones de los riñones pueden verse afectadas de modo independiente, de modo que la micción puede ser normal a pesar de la presencia de una enfermedad renal significativa.
Moritz, Andreas. Los secretos eternos de la salud (SALUD Y VIDA NATURAL) (Spanish Edition) (pp. 138-140). EDICIONES OBELISCO S.L.. Kindle Edition.