Existen nuevas pruebas que confirman que los refrescos causan graves daños celulares. Investigaciones llevadas a cabo por una universidad inglesa indican que un conservante común que se encuentra en bebidas como Coca-Cola, Fanta y Pepsi Max puede acabar con partes vitales del ADN –un problema generalmente asociado a la vejez y al alcoholismo. En última instancia, puede provocar una cirrosis hepática y enfermedades como la de Parkinson. Las conclusiones de esas investigaciones revelan graves consecuencias para los centenares de millones de personas de todo el mundo que consumen bebidas carbónicas. Además, reabren el debate sobre los conservantes alimentarios, vinculados a la hiperactividad infantil.
La mayor preocupación se centra en la seguridad del E211, el llamado benzoato sódico, un conservante utilizado durante décadas por la industria de las bebidas carbónicas, que factura en conjunto 150.000 millones de dólares en todo el mundo. El benzoato sódico es un derivado del ácido benzoico, utilizado en grandes cantidades como fungicida en bebidas como Sprite, Oasis y doctor Pepper. Se trata de un conservante muy común que también se añade a condimentos y salsas.
«El benzoato sódico ya se había identificado en el pasado como un causante indirecto del cáncer. Mezclado con el aditivo de vitamina C de las bebidas refrescantes, produce benceno, una sustancia cancerígena.»
Andreas Mortiz.
El doctor Peter Piper, catedrático de biología molecular y biotecnología de la Universidad de Sheffield, Inglaterra, acaba de publicar los resultados de la investigación que ha realizado en su laboratorio acerca del impacto del benzoato sódico en las células de levadura vivas. El doctor Piper descubrió que el benzoato sódico daña un área importante del ADN: la «central energética» de las células, llamada mitocondria. El día 27 de mayo de 2007, en el The Independent, afirmó: «Estas sustancias químicas causan graves daños en el ADN mitocondrial, hasta el punto de dejarlo totalmente inactivo. La zona mitocondrial consume oxígeno para proporcionar energía, y si se daña, cosa que ocurre en una serie de estados patológicos, la célula empieza a experimentar disfunciones muy graves. Existe toda una larga serie de enfermedades asociadas al daño causado en ese ADN: el Parkinson y otras muchas enfermedades neurodegenerativas, pero sobre todo el proceso general de envejecimiento».
Al referirse a los anticuados análisis realizados por la Administración de Drogas y Alimentos (FDA) de Estados Unidos y la Organización Mundial de la Salud, el doctor Piper ha dicho: «La industria alimentaria dirá que esas sustancias han sido probadas y que son totalmente seguras. Pero, según los análisis modernos, esas pruebas de seguridad eran insuficientes. Como ocurre con todo, los ensayos de seguridad avanzan y ahora son mucho más rigurosos que hace cincuenta años».
Por supuesto, el gobierno no va a enfrentarse a la poderosa industria de alimentos y bebidas. Cada uno de nosotros debe protegerse a sí mismo y a su familia de las políticas y prácticas negligentes de aquellos que están a cargo de la salud pública. Una de las cosas más importantes que debemos hacer en aras a la buena salud y a la seguridad es no permitir que nuestros hijos beban refrescos. Lo mismo cabe decir con respecto a las bebidas energéticas, las cuales, según un estudio llevado a cabo por la Universidad de Berkeley, California, pueden comportar un aumento de peso de nada menos que de cinco kilos al año, con el consumo de tan sólo una botella de medio litro al día.
Un nuevo estudio de la Escuela Universitaria de Medicina de Boston (de agosto de 2007) señala que la ingesta de tan sólo una lata de soda –normal o light– al día incrementa un 46 % el riesgo de síndrome metabólico, que desempeña un papel relevante en las enfermedades cardiacas y la diabetes. Según ese estudio, entre los efectos secundarios de la soda, tanto en su versión light como en la normal, se encuentran:
- Un 31 % de aumento del riesgo de obesidad.
- Un 30 % de aumento del riesgo de «pérdida de la línea».
- Un 25 % de aumento del riesgo de tener niveles elevados de triglicéridos o de azúcar en sangre.
- Un 32 % de aumento del riesgo de niveles bajos de colesterol bueno.
- Mayor riesgo a sufrir hipertensión arterial
A largo plazo, los efectos de la acidez, del azúcar, de los aromatizantes, de los edulcorantes y de los conservantes como el E211 de los refrescos pueden ser devastadores para el organismo. Sería necesario tomar 32 vasos de agua con un pH alcalino de 9 para neutralizar el ácido de tan sólo una bebida de 33 cl de cola o de otro refresco. Para responder a la ingesta de bebidas de este tipo, y también al riesgo de deshidratación, el cuerpo tendrá que utilizar las reservas de sus propias barreras alcalinas, principalmente del calcio de los huesos, de los dientes y del ADN. Ello hace aumentar los niveles de alcalinidad del cuerpo para poder mantener el pH adecuado en la sangre. Una vez agotadas esas reservas, la vida de la persona está en peligro. En un refresco se dan los ácidos necesarios para acabar con un individuo si su organismo no cuenta con un mecanismo que los neutralice. El tiempo que tarde el cuerpo en sucumbir al ataque de los ácidos y sufrir una acidosis dependerá del tiempo que duren las reservas minerales del mismo. Los niveles ácidos de la sangre son una de las principales causas de muerte.
La cafeína, uno de los principales componentes de la mayoría de los refrescos, elimina el agua del cuerpo con más rapidez de la que éste tarda en absorberla de nuevo, hecho que, por consiguiente, genera una constante sed. Las personas que beben con asiduidad bebidas refrescantes nunca llegan a aplacar su sed porque su organismo está perdiendo agua celular de un modo continuo y creciente. Hay estudiantes que beben de 10 a 14 latas de refrescos al día. Finalmente, su cuerpo confunde esa sensación insaciable de sed con hambre y empiezan a sobrealimentarse, lo que les lleva a hincharse y a ganar cada vez más peso. Además de su efecto diurético y de los efectos adictivos que causa en el cerebro, la ingesta regular de cafeína sobreestimula los músculos del corazón, causando agotamiento y cardiopatías. El efecto diurético del alcohol en el cuerpo es similar al de la cafeína de los refrescos. Beber, por ejemplo, un vaso de cerveza significa que el cuerpo necesita hasta tres vasos de agua para contrarrestarla. Como he señalado antes, la resaca es el resultado del abuso de alcohol, que causa una grave deshidratación en el cerebro. Cuando esto ocurre repetidamente, un gran número de células cerebrales se dañan y mueren. El resultado es que muchas funciones importantes del cerebro se tornan más lentas o se deterioran. Es posible que el cerebro se recupere hasta cierto punto si se interrumpe el consumo de alcohol. Para rehidratar el cuerpo adecuadamente, conviene seguir las directrices del capítulo 6: «Beber agua: la mejor de las terapias».
Moritz, Andreas. Los secretos eternos de la salud (SALUD Y VIDA NATURAL) (Spanish Edition) (pp. 128-132). EDICIONES OBELISCO S.L.. Kindle Edition.