La deshidratación es, tal vez, el problema más común, aunque en gran medida no reconocido, de la vida moderna. Lo primero que se pide para saciar la sed es alcohol, café, té y refrescos, especialmente los jóvenes. Sin embargo, el efecto principal de esas bebidas es desalojar el agua –el recurso más preciado y valioso del cuerpo– de la sangre, las células y los órganos.
Cualquier persona sana que quiera seguir estándolo necesita beber de 6 a 8 vasos de agua fresca al día. De este modo se asegura que, de los 60.000 a 100.000 billones de células que hay en el cuerpo, todas reciban su ración diaria de agua para poder llevar a cabo una digestión eficaz, el metabolismo y la eliminación de residuos. Los niños necesitan beber de 4 a 6 vasos de agua al día, en función de la actividad física que desempeñen.
«Beber suficiente agua es un requisito fundamental para evitar las enfermedades y retrasar el proceso de envejecimiento.«
Andreas Moritz
- Comenzar el día bebiendo un vaso de agua tibia para acabar con la «sequía» nocturna y eliminar los residuos acumulados en los órganos excretores. Como ya se ha mencionado, después se puede tomar un vaso de agua tibia con miel y limón.
- Aproximadamente media hora antes de cada comida hay que beber un vaso de agua. Así se mantiene la sangre fluida y, por tanto, capaz de absorber los nutrientes y distribuirlos entre las células. El agua ayuda, además, a incrementar los jugos digestivos y evita que la bilis se torne demasiado espesa. Sin embargo, demasiada agua u otras bebidas durante la comida hacen que se diluyan los jugos digestivos. Por tanto, esto debe evitarse, pues deteriora el proceso digestivo.
- Tras la comida, la sangre utiliza una considerable cantidad de agua para distribuir los nutrientes a las células y, por ello, puede producirse rápidamente una falta de agua en el organismo. Beber otro vaso de agua al cabo de unas dos horas y media después de cada comida restituye a la sangre el agua que requiere. Estas simples instrucciones pueden ayudar a prevenir las enfermedades más graves de las sociedades modernas. Beber agua suficiente en el momento adecuado debería formar parte del tratamiento de cualquier dolencia.
Advertencia: cualquier intento de restablecer la hidratación adecuada del cuerpo debe realizarse de modo gradual, pues de lo contrario podría sufrir graves perjuicios. Una persona deshidratada, es decir, alguien que durante semanas, meses o años no ha tomado el mínimo necesario de agua o ha privado a las células de una cantidad excesiva de agua consumiendo bebidas o alimentos que contienen cafeína o azúcar durante mucho tiempo es susceptible de enfermar. Durante la deshidratación, las células del cuerpo no pueden seguir funcionando de modo eficaz. A fin de protegerse de una mayor pérdida, hacen que sus membranas pierdan menos agua acaparando una cantidad adicional de grasas, entre ellas el colesterol. Pero este mecanismo de supervivencia evita también que los desechos del metabolismo abandonen las células, por lo que éstas se ahogan en sus propios residuos. Algunas de ellas, a fin de sobrevivir en ese entorno tóxico, pueden llegar a mutar genéticamente y tornarse finalmente cancerosas. En el proceso de deshidratación, los riñones retienen agua y lo mismo hace el resto del cuerpo. En este momento, muchas personas empiezan a sentir la necesidad imperiosa de tomar alimentos muy salados, pues su cuerpo necesita más sal para retener la poca cantidad de agua que aún conserva. Esto, no obstante, hace que los riñones se contraigan y filtren aún menos agua que antes. La orina está cada vez más concentrada y es cada vez menos copiosa. En esas condiciones de deshidratación extrema, sería poco razonable empezar repentinamente a beber los seis u ocho vasos de agua diarios que se recomiendan. Dado que las células han creado una barrera para ahorrar agua, no están en condiciones de absorber de repente una cantidad de agua a la que no están acostumbradas. El agua se quedaría simplemente estancada fuera de las células, provocando una retención de agua y un aumento de peso. En estas circunstancias, los riñones ya no pueden filtrar gran parte de ella y la orina sigue siendo escasa. Una ingesta momentánea de gran cantidad de agua puede incluso ocasionar una grave congestión linfática e inflamaciones, y en algunos casos incluso la muerte. El efecto sería una intoxicación hídrica o una hiperhidratación, un trastorno grave que altera la función cerebral debido al desequilibrio electrolítico del cerebro provocado por la ingesta de agua con excesiva rapidez. Pasar de la deshidratación del organismo a una mayor hidratación debe realizarse muy gradualmente y bajo la supervisión de un profesional de la salud que conozca los mecanismos básicos del metabolismo del agua.
Moritz, Andreas. Los secretos eternos de la salud (SALUD Y VIDA NATURAL) (Spanish Edition) (pp. 315-317). EDICIONES OBELISCO S.L.. Kindle Edition.
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